El reloj marcaba las 11 pm. Juan tenía que salir a trabajar;
él era celador en el barrio Motilones. Salió a su territorio de trabajo, las
calles estaban desoladas y tan solo sonaba su pitido. Ya después de varios
recorridos en su bicicleta por el barrio, como de costumbre decidió descansar
en el andén de una casa deshabitada.
Al recostarse a la pared sintió como si por la parte de
adentro de la casa golpearan con algún objeto. Juan se sorprendió porque no
esperaba a nadie allí adentro, pues tenía entendido que aún no estaba
habitada.
Siguió descansando, pensando que ya habían habitado la casa.
De manera muy despacio y con un ruido aturdidor se abre la puerta, Juan le
entró escalofríos al darse cuenta que no había nadie dentro de la casa y estaba
oscuro.
En ese momento el miedo y la curiosidad invadían el cuerpo
del celador, ya que debía cerciorarse que no fueran ningunos bandidos que
estaban dentro de la casa. Agarró su linterna en la mano izquierda y en su
derecha el ‘’bolillo’’, un poco tembloroso y en su frente corriendo una gota de
sudor, entró cuidadosamente. Da tres pasos hacia el frente y ¡TAT! Se cerró la puerta,
despavorido corrió hacia la puerta para salir pero en su camino se le atravesó
un espíritu de una mujer de blanco con cabellera negra y larga que cubría su
rostro. En ese instante Juan pidió auxilio pero fue en vano, ya el espíritu lo
había despedazado.
Escrito: Junior Torrado
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